De una charla del archimandrita Emiliano con la hermandad del monasterio de Simonopetra

A cada uno de nosotros se le ha confiado una gran y majestuosa tarea: encontrar a Cristo en nuestra vida personal, mística y secreta. Cada uno de ustedes lleva toda la responsabilidad de sembrar y cultivar el Reino de los Cielos en su alma. Por supuesto, yo, como higúmeno, les ayudo en su esfuerzo monástico en la medida de mis fuerzas. Pero no tiene ninguna importancia si cumplo bien o mal con mis deberes, si reciben mucho o poco de mí: en cualquier caso, sobre ustedes recae el deber de llevar una vida interior, mística. No piensen que yo responderé por su lucha interior en la comunión con Cristo. Esta labor depende completamente de ustedes, yo no puedo esforzarme en su lugar.

Por eso les ruego: no esperen nada del higúmeno, del confesor, de las circunstancias. No esperen nada ni siquiera de Dios. No confíen en la santidad del lugar en el que vivimos. Sean exigentes e implacables únicamente con ustedes mismos, no para aplastarse o condenarse, sino para empujarse hacia la plenitud de la vida interior, secreta.

Todo lo que yo, como higúmeno, les haya transmitido, no tendrá ningún valor si ustedes mismos no luchan espiritualmente. Lo más importante es lo que hagan a partir de este momento. El futuro de nuestro monasterio y el futuro de cada uno de ustedes ante Dios depende de su propia vida interior. Son verdaderas las palabras de la Escritura: “He puesto ante ti la vida y la muerte, elige tú lo que quieras”. Ante ustedes está el cielo, y ante ustedes también la tierra: a cada instante hacen una elección entre ambos, a cada instante deciden qué camino seguir.

Que cada uno de ustedes, con la ayuda del Señor, sea creador de su vida interior, de su perfección personal, de su eternidad en Dios.

Por Vasilije

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