La Divina Liturgia no fue creada ni por los hombres ni por los apóstoles. Es un gran e incomprensible Misterio Divino, instituido por el mismo Señor. La Liturgia no la celebra únicamente el sacerdote, sino todo el Pueblo de Dios. Nosotros, los sacerdotes, nunca servimos solos ni en secreto: es decir, un sacerdote no puede, al celebrar la Divina Liturgia, decir: «Bendito es el Reino del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo…», y luego responder él mismo: «Amén»; decir: «Oremos al Señor en paz», y él mismo responder: «Señor, ten piedad». Es necesario que haya al menos dos personas: uno que celebre y otro que represente a los laicos. Cuando se celebra la Divina Liturgia, no somos simplemente espectadores. No estamos simplemente presentes en el servicio, sino que también participamos en él y asumimos responsabilidad por esta participación. Así como el sacerdote es responsable de cómo se presenta ante el santo altar, así también los laicos son responsables de cómo están en el templo.

Protópresbítero Stefanos

Por Vasilije

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