El mismo Señor Cristo nos dio el mejor ejemplo. Él no tenía dónde reclinar Su cabeza en ningún lugar de la tierra. Es decir, no poseía nada propio. ¿Quién? ¡Aquel por medio del cual todo fue hecho! No tenía nada propio. ¿Por qué motivo? Para enseñarnos que aquí somos inquilinos pasajeros, huéspedes.

Somos, como decía el poeta lírico Píndaro, antes de Cristo: “sombra de un sueño”. ¡Sombra de un sueño! ¡Ni siquiera una sombra! ¡Sino la sombra de un sueño! Y, cuando pensemos así, que somos pasajeros, entonces no nos apegamos a nada. Y [podremos] perdonar, amar, orar, sacrificarnos y nos sacrificaremos.

¿Y cómo somos, ante todo? ¡Libres! ¡Libres! Los hombres más libres eran los ascetas. ¡No poseían nada! Y lo que tenían siempre lo llevaban consigo. Tal como decían los romanos: “todo lo mío lo llevo conmigo”. Y eran hombres libres.

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Por Vasilije

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